El bosón de Higgs, apodado por algunos como “la partícula de Dios”, a diferencia del resto de bosones no es la partícula intermediaria de una fuerza, sino que dota de masa al resto de partículas fundamentales. El concepto de esta partícula aparece en 1964, cuando Peter Higgs propuso de manera teórica su existencia. Para confirmar su existencia tendrían que pasar más de 50 años, y construirse el experimento más grande de la historia. En 2012, el CERN (Organización Europea para la Investigación Nuclear) tras numerosos intentos, descubrió una partícula que coincidía con las características del bosón de Higgs [5-6].
Para explicar el origen de la masa, Peter Higgs postuló en 1964 la teoría de la existencia de un mecanismo conocido como el Campo de Higgs, que predice la existencia del bosón de Higgs [4]. Para comprender mejor cómo funciona este campo de Higgs, se puede realizar una analogía en la que la masa sería el resultado de la fricción de las partículas fundamentales con el campo de Higgs, que estaría formado por incontables bosones de Higgs a lo largo del universo, por lo que las partículas con una mayor fricción en el campo de Higgs tendrían una masa mayor.
Figura 3: La imagen más nítida y precisa que se ha obtenido del Bosón de Higgs hasta la fecha. Imagen extraída de [11].
El descubrimiento del bosón de Higgs es considerado uno de los grandes hitos de la física del s. XXI, pues responde a una de las preguntas fundamentales de la física, el origen de la masa de las partículas fundamentales. La relevancia de este descubrimiento se tradujo en la concesión del premio Nobel de Física para Higgs y Englert, así como el premio Príncipe de Asturias a los dos mencionados autores y al CERN, por su papel en el descubrimiento [12-13].
Figura 4: Peter Higgs, uno de los científicos más importantes en el descubrimiento del Bosón de Higgs, en el experimento CMS, donde se descubrió esta partícula. Imagen extraída de [11].